Lo ideal; estar, donde quieras estar

 
Juan Francisco Arroyo Herrera
Llegado a esta ciudad en 1965, proveniente del epicentro del universo; es decir, Guadalupe Victoria, alternaba mis estudios con un modesto trabajo de alfabetizante allá en la Benjamín Méndez. Don Manuel H. Rocha, a la sazón, titular del programa me asustó cuando me ofreció una especie de coordinación. Agradecí y mejor me centré plenamente en mis estudios en el ITD. Al paso del tiempo ingresé al periódico local La Voz de Durango.

Todo iba bien hasta que hubo un ligero aumento al salario. Chava Nava, de feliz memoria, me indicó que hablara con don Salvador Nava, uno de los mejores jefes que he tenido y a quien agradezco la infinidad de consejos que me dio. Arroyo, dijo, tú trabajas en la secundaria Morelos, en la Zarco, aquí; tus estudios, no creo que rindas lo suficiente.

No por el aumento, sino por el amor propio herido, le contesté: don Salvador, voy a traer la bandera (archivo mensual de los ejemplares del periódico) y verá las notas que hemos ganado a la competencia. Eso no dice nada, replicó Don Salvador, concluí: no acepto que regateen mi trabajo, dicho lo cual salí del diario. Al paso de los meses me buscó. Me le escabullía hasta que don Librado Arroyo Maldonado, un sabio para mí, me recordó que don Salvador me había abierto las puertas cuando ignoraba el oficio del periodismo.

Lo visité en su oficina y antes de hablar me explicó: Arroyo discúlpame, pero fulano y zutano me calentaron la cabeza, uno de ellos me acaba de demandar y al otro ya lo despedí. Ayúdame con la jefatura de redacción. Te vas al periódico Novedades a un breve curso de capacitación. En efecto, estuve en esa empresa y regresé a la redacción. En todos los actos de tu vida debes tener una dosis de malicia; retírate de la política y el periodismo y ejerce tu carrera, fueron algunos de sus consejos. La demanda de que hablaba don Salvador, la llevó don Julián Bermúdez Monterde, en cuyo despacho me inicié y participé en el trámite ayudando a quien me intrigó, burlas del destino.

En mis tiempos de reportero, traté a don Mario Chavarría Sánchez y me gané su afecto y confianza. Cuando el siempre recordado don José Hugo Martínez Ortiz iba a dejar la rectoría, me llamó y me ofreció hacerme cargo de la secretaría general de la Universidad, ya que iba a participar don Mario Chavarría Sánchez. Le expuse mis razones de por qué no podía, y no muy convencido me entendió.

Tiempo después, por razones que no vienen al caso citar, don Mario Chavarría se fue de Durango. Lo que ahora es la Dirección del Trabajo fue cubierta por el bien recordado don Miguel Bermúdez Cisneros, ambos me invitaron a la Junta de Conciliación y Arbitraje, cargo que decliné, argumentando que el Derecho Laboral no ha sido de mis favoritos. Se designó a un ahora ex rector, que no soportó la carga y renunció, me volvieron a invitar pero sólo refrendé mi agradecimiento.

El simpático Toño Arreola Valenzuela, secretario privado de don Héctor Mayagoitia Domínguez, se encaminó a buscar la diputación local, y José Miguel Castro Carrillo que fungía como secretario particular me ofreció que sustituyera a Toño. Como ya había comprometido mi palabra agradecí el detalle.

En el sexenio de don Maximiliano Silerio Esparza en el que me desempeñé como Procurador de Justicia, se dio un abrupto relevo en la Universidad. Años después Memo Rodríguez Gallegos me confesó que el gobernador me propuso ante los universitarios para la rectoría. Nunca lo supe, pero en aquel tiempo hubiera declinado.

Cierta noche me visitó en mi casa mi compadre Luis Ángel Tejada Espino para que lo sustituyera en su cátedra en el Colegio de Ciencias y Humanidades, le di el sí de inmediato, ya que la academia es mi pasión. Al paso de unos semestres, dos compañeros míos de la escuela de Derecho me grillaron teniendo como pretexto el horario. No te preocupes, le dije al director José Ramón Hernández Meraz, que en gloria esté, yo me voy para evitar problemas.

Casi dos décadas después, y teniendo como aval cuatro libros publicados por Editorial Porrúa, José Ramón Hernández Meraz autorizó mi tiempo completo como investigador.

A estas alturas se preguntará: Arroyo está presumiendo, escribiendo sus memorias, su testamento profesional, o qué. No. Trato de decirle que lo ideal es la congruencia con los principios y valores individuales, si es que se les tiene. Ser feliz, haciendo felices y no infelices a los demás. Estar en el tiempo y en el lugar a gusto. Le platico lo que antecede porque quiero agradecer públicamente al doctor Juan Manuel Rodríguez y Rodríguez, rector de la Universidad España, la invitación para conducir un programa en la televisora de dicha institución; lo cual me halaga y me compromete, por eso apelo a su consejo mi querido lector.
 

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